A menudo, a los que nos interesan las experiencias de sexo en grupo, nos asalta un sentimiento de incomprensión e incluso de culpabilidad por la presión sobre nuestro subconsciente de nuestro entorno social y cultural.
Y si no, ¿a cuantos amigos les habéis contado lo que hacemos en este grupo?
Y, si lo habéis hecho, ¿qué cara han puesto?
Y es que en nuestra sociedad la mal llamada “promiscuidad sexual” se considera poco menos que un vicio mientras que para la mayoría la fidelidad es una virtud a preservar.
Incluso en las parejas más jóvenes, si en algún momento aparece el debate sobre ser o no ser pareja abierta, siempre aparece por medio el concepto de “fidelidad”.
Y también los que practicamos sexo en grupo a menudo lo hacemos porque el morbo nos puede por encima del lastre cultural que soportamos por tener grabado a fuego en nuestro cerebro el valor de la fidelidad.
Si lo analizamos desde una perspectiva genérica y no sexual, podríamos decir que la fidelidad es la opción de conceder carácter exclusivo a algo que nos agrada.
Pero ¿ qué sentido tiene limitarnos exclusivamente a algo -por mucho que nos agrade- si tenemos la capacidad de que nos agrade más de una?
Si me gusta la Coca-Cola, ¿esta feo beber Pepsi? … No se vosotros, pero a mi a menudo me apetece algo más azucarado.
Las empresas buscan fidelizar a sus clientes conscientes de la promiscuidad de sus gustos y con un objetivo únicamente comercial y de acaparación… de control en definitiva.
En las relaciones afectivas, en mi opinión, la persecución de la fidelidad no es más que una forma de control, de propiedad, de dominio… Y, si lo miráis así, los valores de control sobre el otro y de dominio ya no son tan bien vistos en nuestro marco social… Podríamos decir que la fidelidad es el blanqueamiento del concepto de dominio.
Detrás de ese deseo de control a menudo subyace un complejo de inseguridad… “Si tengo una relación abierta le voy a perder”, pensamos.
Y en el fondo todo se resume en la vinculación indisociable de afectividad y sexo que desde hace 2000 años nos vienen inculcando en esta nuestra sociedad occidental, católica y mojigata.
En la cuna de nuestra civilización en la antigua Roma el sexo en grupo entre las clases altas (el pueblo estaba mas por llegar a fin de mes) estaba de lo mas normalizado… y de eso hace 2000 años… pero a occidente llegó el cristianismo y luego el catolicismo y luego la Santa Inquisición… y de aquellos polvos estos lodos.
Desde entonces nuestra sociedad occidental se ha visto lastrada por los valores de la religión hegemónica en nuestro entorno hasta un punto que ni imaginamos.
En esa escala de valores que nos rodea el sexo debe estar orientado a la procreación entre hombre y mujer, mientras que la homosexualidad, el sexo por placer, la masturbación, el aborto o el sexo en grupo son muestra de depravación.
Mientras en occidente sufríamos 2000 años de represión sexual, en oriente las cosas iban por otro camino… El taoísmo en China y el hinduismo en India nos proponen una concepción de la sexualidad mucho más abierta, interesante y menos “biológica”… podríamos decir que su concepción del sexo es más elevada y espiritual mientras que la nuestra se asemeja más a la de los conejos… aunque tal vez debería haber puesto el ejemplo con otro animal que follara menos que los conejos.
Curiosamente, hasta nuestros inferiores en la escala evolutiva tienen superado eso de la fidelidad.
Volviendo a Oriente, el taoísmo en China -desde hace 4000 años- nos presenta el sexo como uno de sus tres pilares, junto con la salud y la longevidad. En su filosofía entienden el sexo como la forma más poderosa de generar energía creativa (lo que ellos llaman el “chí”). Esa energía de origen sexual la preservan restringiendo la eyaculación (separándola del orgasmo sin renunciar a él) y la redistribuyen por su cuerpo para sentirse más vitales, energéticos, creativos y conseguir una mejor salud que repercute en una mayor longevidad.
Por su parte, del hinduismo en India, nos llega el Tantra, también vinculado a esa misma energía creativa de origen sexual (el chí de los taoístas) que ellos llaman “prana”. También de allí nos llega el concepto de “kundalini” que ellos entienden como un “despertar” energético que se consigue mediante meditación (yoga kundalini), por actividad sexual o de forma espontánea.
Así pues, si abrimos el foco, nos daremos cuenta que en otras latitudes y también en occidente milenios atrás, todo esto era mucho más normal que hoy en día…
En nuestro grupo te proponemos desprenderte de ese lastre para experimentar con normalidad algo poco normalizado en nuestro entorno, descubriendo que somos muchos como tú y ofreciéndote un espacio de intercambio entre iguales donde nadie te va a juzgar y donde te sentirás cómodo con tu sexualidad… Y, ya puestos, si estás en pareja, invítale a participar del grupo y comparte con él esta experiencia… tal vez te sorprenderás y descubrirás que compartir esto con él afianza vuestra relación sin necesidad de ejercer relaciones de dominio.
¿Te unes al grupo?